"Y de postre unas cerezas"


Me estoy preparando para un concepto diferente de batalla y la verdad es que la puesta en práctica de los ejercicios que Lana nos inculca dan unos muy buenos resultados.


Según dice ella, la V2 pedirá nuevas estrategias y mayor capacidad de reacción. El nuevo método de preparación es  más sofisticado y tecnológico, equiparando la capacitación mental con la física.
Sólo unos pocos nos hemos iniciado en este nuevo sistema y los días de entrenamiento nos reunimos formando un grupito muy bien avenido.








De chicos nada más que hay uno y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que era uno que conocí recientemente,  el manitas en paro (quien por lo visto ahora no lo está porque se busca la vida haciendo chapuzas).




De momento los entrenamientos son únicamente para la puesta en marcha de la próxima versión, así que las incursiones que hacemos ahora siguen siendo en grupo : nos avisan de la batalla y allá que nos apuntamos todos a pegar contra el muro del enemigo, o a defender el nuestro.




Anoche no me acompañó ningún tutor y de vuelta a a casa, restablecida de mis heridas, me encontré con el manitas. Yo creo que me siguió porque ya es casualidad… Me quiso invitar a cenar algo pero al final quien lo invitó a cenar fui yo… en mi piso;  y es que me acordé que tengo la nevera con algunos restos de alimentos que quiero consumir antes de irme de fin de semana con el ejefe. No me gusta dejarme cosas en la nevera cuando me ausento por unos días… Y qué mejor ocasión que ésta para acabar con ellos antes.


Estos días mi vecino vigila mis movimientos, lo sé.  Una vez dentro de casa y mientras me ponía a decidir el menú, puso música y tan fuerte que podía distinguir perfectamente la letra de la canción y el mensaje que me estaba transmitiendo.




El manitas me aconsejó que no hiciera nada complicado, que a él le gustaban los platos sencillos y  poco preparados. Con eso de “poco preparados” ¿qué quería decir? No querría que le metiera una hoja de lechuga y una hamburguesa, para eso está el  eMacdonalds…  No, yo en la nevera tenía un par de lomos de salmón fresco que se hacen en un momento, condimentados con aceite, sal y enebro. Los envolví en papel de aluminio y los metí en el horno.   




Mientras se hacían, saqué lo que encontré para preparar una ensalada: unos tomatitos cherry, unas hojas de canónigo, unos cuantos brotes de rúcula y queso feta… ah y unas olivillas negras que estaban aburridas en un bote.  


Creía que resultaría una cena ligera y apetitosa pero por la cara que puso ví que no había acertado. Me explicó que lo verde no estaba dentro de sus gustos gastronómicos y el pescado menos… Le pregunté qué tipo de vino prefería para acompañar y de paso tragar de golpe cada bocado, pero me soltó que si era posible tomaría mejor un vaso de cola. ¿Dónde se ha visto eso? No me lo podía creer… una cena así con un refresco.  Que a mí, ese tipo de refrescos no me faltan, pero en todo caso los tomo para acompañar una pizza!


Viendo su dificultad para disfrutar de mis manjares y notando en mi cabeza los efectos del vino blanco que me estaba bebiendo yo solita, opté por ayudarlo a acabar su plato sentándome en su regazo y acercándole yo misma el tenedor a la boca. 


Esta forma no le desagradó y no opuso resistencia. Mansamente asomaba su lengua para que depositara allí los trocitos de salmón y los iba saboreando,  pero poco a poco también aprovechaba para ir acercando su boca peligrosamente a la mía, dejando que el tenedor perdiera su carga  por el camino.  La situación se puso un poquito sofocante y como los besos asalmonados no me resultan apetitosos recordé lo que teníamos de postre  y fui a buscarlo. 


Estábamos deleitándonos con nuestras cerezas cuando llamaron a la puerta, cortándonos el rollito.
No esperaba a nadie a esas horas, pero conociendo a mi vecino debí suponer que algo tramaría para evitar que la cosa fuera a más. 


Entró como un vendaval  diciendo que todos los eciudadanos nos teníamos que movilizar para ir a defender nuestro muro en las eColonias, que se estaban repartiendo armas y que había que trasladarse rápido. Yo no entendía nada porque hacía pocas horas que había vuelto de pegarme por esas zonas pero mi vecino me detuvo con un “tú no, tú te quedas” al tiempo que me daba un paquete que, por lo visto, había llegado esa mañana para mí. 


¿Y por qué no me lo dio antes?


El manitas, deseoso de servir a su epatria, se incorporó y se preparó para marchar. Se despidió de mí con un cálido abrazo, asegurándome que lo de esta noche quedaba pendiente y que volvería para celebrar la victoria, pero que para la próxima sería él quien trajera un postre muy dulce.


A su lado podía ver con el rabillo del ojo la cara enfurecida de mi vecino, que apretaba los puños y murmuraba entre dientes que se tenían que ir.




Ya a solas cogí y abrí el paquete. Era de mi ejefe.  Me enviaba una postal en marco digital. Pero estaba tan cansada de todo lo acontecido durante el día y tan resacosa por el vino de la cena que me dio pereza  conectarlo y pensé que mejor dejarlo para el día siguiente. 
Así pues me tiré en mi sofá y recordando al manitas me quedé dormida.




Y esta mañana lo primero que he hecho ha sido ver esa postal virtual. Parece ser que  mi ejefe se lo está pasando de muerte, fiestas a todas horas, mujeres por todos lados… no sé cómo es que se acuerda todavía de mí.


Me explica que está invirtiendo en un nuevo negocio de armas y que necesita mi colaboración. Añade que esta vez no admitirá excusas ni aplazamientos para nuestra cita. Exactamente no indica dónde está (será para que no lo localicen) pero me adjunta una tarjeta de activación con una clave que debo introducir cuando vaya al aeropuerto donde  embarcaré con destino a su encuentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario