Mi nombre es Fight, Lanta Fight


Mi primera vez fue con un turco. Mi primera y única vez.


Tobruk? Tubruk? Trugul? ¿O acaso era  Kultuk?  Uffff  No consigo recordar su nombre. Y no es porque hubiera presentaciones, que no las hubo. Pero a lo lejos ví que me saludaba, o eso me pareció que significaba el movimiento que hacía con la mano. Por un momento me alegré al pensar que esa podía ser una nueva forma de hacer amistades. Ya me resulta un tanto monótono el típico mensajito despersonalizado diciendo “Fulanito quiere ser tu amigo. Acepta pulsando SI. Rechaza pulsando No”. Así que,  como soy educada además de curiosa, decidí devolverle el saludo cara a cara, por lo que apreté el icono de aproximación. Y ya no hubo marcha atrás.




Aquel día estaba yo cumpliendo con mi “orden diaria” (que es lo que dicen que significa las siglas D.O. – aunque yo siempre que veo D.O. pienso en “denominación de origen” y más cuando viene de parte de mi milicia, la del "botellón de combate").

Recuerdo que estaba impaciente por acabarla para organizar un poco mi almacén – ya que últimamente me ha dado por tener empleados y se me acumula el stock-.  Aunque también lo estaba porque había previsto renovar el fondo de armario con el gold que me donó Lizan hace un tiempo.

 “Te quiero musssho, cómprate algo bonito a juego con este collar para cuando haga mi presentación como candidato a  presidente” – me dijo, entregándome también parte del gold que alguien le había enviado para que dejara de desbancar, con su presencia surrealista y un tanto fraudulenta,  a los que se merecían estar en el Top de la prensa  por  lo que ellos consideran “méritos propios y mayor calidad periodística y literaria”.

En esos pensamientos estaba yo mientras iba pegando de manera mecánica y compulsiva, clik clik clik cuando surgió, como un espejismo, el  tipo que yo creía que me saludaba en son de amistad.




Realmente no me saludaba, no, más bien me estaba apuntando. Pero yo,  que soy un poquito miope, no descubro ciertos detalles hasta que no me topo con ellos. Lo mío son las distancias cortas, aunque algo de sentido del peligro sí que tengo y mi espíritu de conservación me decía que allí pasaba algo raro y que mejor mantenerme distante, pero sin perderlo de vista.

Al tiempo que yo me acercaba, él parecía retroceder con lo cual salía de mi campo de visión y  no me dejaba  enfocar bien el nombre que llevaba, primorosamente bordado, en la camiseta.

Ya digo que no consigo recordar con nitidez si era Tubruk o Kutluk.
Quizás asocié que era turco porque el primer fogonazo lo dirigió a mis pantalones arrasando toda la parte lateral y dejándome al descubierto media nalga. Históricamente se sabe de la crueldad de los otomanos en sus guerras y del gusto enfermizo por  las zonas nobles de los enemigos.

Lo maldije por destrozar mi uniforme recién estrenado. Casi rompo en lágrimas al pensar que me lo había puesto esa misma mañana y que aún no le había hecho ni una lavada.
Fue tal mi disgusto que me dispuse ir a su encuentro mascullando: “A tí no te agrego ni loca porque túuuuu  eres múuuuu  toonto y tú no sabes quien soy yo…” Y noté el silbido de una bala ensordeciendo mi oreja mientras le gritaba: “My name is Fight, Lanta Fight”



¿Cómo me habían lanzado contra aquel dios sarraceno? ¿Acaso Plató no sabe que soy una simple mortal sin capacidad ni interés por luchar contra moles de ese tamaño?




Viendo que yo no tenía ni una puñetera pistolita – Si yo tengo mi almacén a tope ¿dónde estaban mis armas?- Opté por moverme y correr como una rata para evitar los impactos. Creo que esa era la recomendación que daba un “bienentendido” en estos temas, dando las claves para salir de aquí indemne.  Confieso que me leí sus consejos por encima, considerando sus recomendaciones como paparruchas. Eso me pasa por no hacer caso de las guías…

¿Dónde estaba mi MU en esos momentos? ¿Dónde el que alerta a todos diciendo "a Lanta ni tocarla". Ese que se desgañita amenazando con romper piernas o prender fuego a  lo que sea si alguien le hace algo a Lanta? Ese que me manda mensajitos ofreciéndome la luna.



De mi jefe mejor no esperar nada. Ahora vive y se desvive por el  Congreso y  por alguno de sus congresistas. Aunque hay quienes dicen que se lo pasa durmiendo la mona porque no encuentra motivación para sacar sus crónicas semanales.

Y aquel otro que una vez me vino a buscar. ¿Por qué no aparecía entonces para rescatarme?



Un hilito de sangre me recorría el muslo. Qué fatalidad! Sí aún faltan unos días!  Suele pasar… Cuando estás bajo una fuerte tensión se te adelanta la regla. ¿Acaso no hay posibilidad de pedir tiempo muerto y dejarme ir al baño?

Saqué un pañuelo anunciando mi retirada y el tío borde casi me deja con un muñón de recuerdo. Y entonces, de golpe el espejismo y el tipo desaparecieron de mi vista.

Volví derrotada a casa y pidiendo a gritos un ibuprofeno para mitigar el dolor (moral y físico).




Pero todos los males se olvidan con un buen baño caliente y las expectativas de una noche de lujo acompañando al candidato más extravagante, excéntrico y divertido de este ePaís.









No hay comentarios:

Publicar un comentario