Mientras Sueño


A nadie le gusta estar encerrado y vigilado pero en algunos casos las condiciones son tan buenas que en vez de castigo parece un premio.  La realidad es la que es, pero se hace más llevadera si uno sabe crearse otra realidad paralela donde los aspectos oníricos te liberen de la tensión que causa el encierro injustificado. Y en esto Lantanique es un experta.

Halesios quiso castigarla por su incapacidad o su poco interés para hacer las cosas bien dentro de ese mundo virtual y paralelo a la VR que él ha creado con tanto esmero. No olvida el menosprecio con que piensa en él  llamándole “Sumo Hacedor” ante el resto de eciudadanos; tampoco cuando, cabreada, le grita   “que te folle un pez” con total desfachatez.  Ahora es él quien se regodea observándola en esa urna de cristal, después de dejar que la humillaran en aquel campo de batalla que ella bautizó, despreciativamente, como “ratonera hexagonal”.

Sin embargo Halesios siente debilidad cuando la ve preparándose algo de comer y contoneándose feliz al ritmo de alguna canción que le viene a la cabeza.


Y entonces empieza a desear dejarla allí para siempre, sólo para sus ojos. 

Cada día que pasa Halesios se vuelve más sensible, como más humano, y su imagen se va dibujando cada vez más a través de ese cristal líquido que hace de pared de esa nave, incluso saliéndose de ella en los momentos en que Lantanique se descuida o se duerme.

Y sus manos etéreas, tan ligeras que no tienen ni huellas, recorren la piel dorada por el sol de Lantanique, la acarician con cuidado de no despertarla, aprovechando la dejadez con la que duerme; le peinan el cabello y la desnudan para abrazarla, pegándose a ella en un intento frustrado de sentirla totalmente suya. Le entristece ser para ella sólo el Sumo Hacedor,  un ente virtual que nunca podrá materializarse y demostrarle cuán dulce es su manera de amar.


Desgraciadamente, en estos días de disturbios por el eMundo, Halesios se ha visto obligado a atender otros asuntos (guerras santas, discusiones entre políticos, batallas entre epaíses) así que deja al cuidado de su pollo sin cabeza la nave acristalada. 

Es gracias a esos momentos que los lamentos desesperados de Lantanique han visto la luz para dar aviso a sus eamigos y, gracias a esos momentos,  la carta desesperada enviada a Vokchan tuvo posibilidades de llegar.

Y mientras espera,  Lantanique siempre tiene el mismo sueño: que ese techo transparente en realidad es una enorme burbuja que de golpe se desprende y va cayendo lentamente con movimientos bamboleantes. Dentro de esa burbuja parece que hay alguien y justo cuando la burbuja llega a su lado, explota y todo se desvanece. Sólo un regusto dulce a cerezas le impregna la boca.

Por eso cada vez que cierra los ojos desea con fuerza que ese sueño no se desvanezca y despertar sólo cuando alguien la venga a rescatar. 

Y sigue soñando y esperando...

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