El Hombre Burbuja que me vino a Buscar


Como la Cenicienta del cuento infantil, Lantanique sigue flotando en sueños imaginarios esperando que alguien la saque de esa nave de cristal donde Halesios la tiene castigada.




Por motivos relacionados con su cargo de Sumo Hacedor, Halesios tuvo que reclamar la ayuda del pollo sin cabeza para que acudiera a diferentes revueltas y complicaciones que los eciudadanos del eMundo estaban causando.  Por eso no se percató del momento en que un elemento extraño cayó bruscamente sobre el techo transparente de la nave, formando una burbuja enorme que se iba desplomando lentamente hacia el suelo, junto al sofá donde Lantanique dormía profunda y tranquilamente.




Nada más rozar el suelo la burbuja se desintegró como una gran pompa de jabón y quien iba dentro dio de pleno con sus huesos en el suelo. Pero todo es fácil cuando todo va bien y, tras observar durante unos minutos el movimiento rítmico de su respiración, nuestro eciudadano la toca ligeramente en un hombro, dejando salir de su boca un tímido: “hey, ¿qué tal te va?
Lantanique no da crédito a sus ojos, ¿quién es este tipo? ¿todavía está soñando? ¿cómo ha entrado allí sin hacer ruido? Mirándolo bien, su cara le resulta familiar, esos ojos… pero Vokchan no la deja recapacitar y la estrecha contra sí, de la misma manera que la estrechó aquella vez que la dejó con el postre en la mano para irse a defender eEspaña. En aquella ocasión no terminó las dulces cerezas que Lantanique le ofreció amablemente, por eso ahora se atreve a besarla y rememora ese dulce sabor que sus papilas gustativas ya habían casi olvidado.


Pero una situación así siempre sale cara y aunque parecen ajenos totalmente a  Halesios y a su pollo guardián,  la realidad les devuelve a la pesadilla. La ira del Sumo Hacedor se desata,  a pesar de la intervención de las eDeidades voladoras enviadas por Haruhi para ayudar a Vokchan, al descubrir lo que está pasando. La pena y la rabia lo invaden de tal forma que los devuelve a las trincheras para que allí el propio juego acabe con ellos.


Dentro de esta  trinchera, el hombre burbuja que me vino a buscar no está a mi lado. Se ha desintegrado igual que mi sueño y he vuelto a la realidad de la ratonera hexagonal. Me mantengo inmóvil, a la espera de que acabe el conflicto y pueda salir de aquí para que me curen en el único hospital que tenemos en Catalonia. 




Entre el humo de la refriega me parece distinguir a Vokchan que corre desorientado y desaparece  ayudado por las eDeidades voladoras a las que se suele encomendar como buen PONero.  Yo sin embargo sigo ahí, sólo me puedo encomendar a la suerte y a la mano del zoquete que, al final me ha encontrado y con fuerza me estira, arrastrándome tras él.  Me lleva casi en volandas hasta alcanzar uno de los camiones sanitarios, donde me hace subir levantando bruscamente mi trasero. 





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