Estuvísteis aquí


No es la primera vez que espero gente a cenar. Pero sí es la primera vez que invito a todos juntos.
No todos vinísteis. Pero sí los que me aprecian. Algunos sólo un instante.



Podría haber hecho una cena de empresa, como las que se ofrecen estos días con carácter paternalista entre empleador y explotado.



En mi caso esa opción era inviable: sólo tengo un empleado
… y un reportero desquiciado (por la guerra y el alcohol) al que he tenido que alojar en mi casa ya que no hay hospital que haya querido poner personal  al servicio de sus alucinaciones y crónicas inverosímiles sobre islas, cocos, huidas, perros aplatanados, brasileños…
Él no lo sabe pero algunas de esas alucinaciones han sido fruto de los sedantes que le he tenido que suministrar (lanzándoselos a distancia prudencial como si fueran cacahuetes, no cocos como decía él)  más que nada para poder hacer vida normal y dormir tranquila.

La invitación no decía mucho. No era necesario dar detalles. Quien quisiera venir, vendría.




Para que la velada resultara cómoda, dispuse una larga mesa central con bandejas de canapés dulces y salados, ahumados, virutas de jamón ibérico, almejas y mejillones en jugosas salsas, crustáceos dispuestos en poses sumisas para dejarse morder y chupar, -poniendo a prueba las habilidades succionadoras de cada comensal-, huevos marmolados, frutas caramelizadas… En fin, platos variados para ir picando mientras se intercambian palabras y miradas y todo ello regado con aromáticos vinos frescos, blancos y rosados, además del cava que, servido muy frío, culminaría la noche a la hora de los postres.

Uno de los primeros en llegar me obsequió con una caja de marrons glacés - para degustarlos en la intimidad de esa noche, me dijo-.  Lo dejé hablando de las excelencias del  jamón ibérico con el reportero, que no paraba de solicitar mi atención alabando mis cualidades de enfermera.

El más joven de mis invitados entró aterido de frío.  Su abrazo emocionado me avisó de la inminencia de un beso por lo que ladeé un poco mi cara para ofrecerle mi mejilla. Pero los movimientos estaban desacompasados así que nuestros labios se chocaron brusca e inesperadamente y los retiré al comprobar que su boca se entreabría al entrar en contacto con la mía.
Sus ojos me miraron suspicaces mientras bebía un sorbo del Oporto que le serví para que entrara en calor.

Mi único empleado venía cansado de la mina. Reconozco que le pago poco y él cumple diariamente. Como premio a su eficacia le propuse un masaje que no  rechazó, aunque tuve que parar en el último tramo para que fuera al baño  porque, en vez de relajarse,  se excitó. El de los marrons glacés aprovechó entonces para sustituirlo, diciendo que tenía un tirón cervical, pero la campana me salvó y fui a abrir la puerta.

Algunos componentes de Gudariak entraron discutiendo sobre la última misión. Habían gastado toda su munición y querían  reponer vitalidad con algunos canapés. Respiraron aliviados al ver que no había más féminas entre los presentes, pues venían hechos unos zorros. El capitán me acorraló en el pasillo para recordarme que tenía pendiente el pago de los tanques que me envió el otro día. Me hice la loca. La forma de pago no era la habitual.

La cosa empezó a desbordarse cuando llegó el del palet con botellas de cava y las empezó a descorchar y vaciar en mi bañera. Hubo quien dijo que él no había traído bañador pero que aquella situación le resultaba emocionante, siempre que yo me metiera también en aquella semipiscina de burbujeante líquido. Otro, sorbiendo el cava de la bañera con una caña, dijo que era más emocionante verme  bailar sobre la mesa, prometiendo que no se agarraría a mis muslos como en aquella otra ocasión.


Apareció mi ejefe en el umbral del baño.  Detallista, como en los viejos tiempos, me obsequió con una orquídea y me rescató por un rato para charlar a solas. Sentados en un sofá, rememoramos aquellos días pasados en los que  yo no tenía techo pero me acurrucaba a escondidas en su bonito sofá de piel .

El albariño corría a cargo de un gallego entrañable que siempre dice estar de vuelta. Uno, tocando una gaita, me saludó a lo lejos. Aquel  informático loco llegó muy alto en la escala militar en otras eVidas.  El caballero morado también estaba con ellos. Había dejado su guarida y vestido con traje y corbata me dijo al oído: "No te preocupes, Lantanique, seguro que él también vendrá."

Me fui hacia la cocina para preparar más canapés y con ellos en la mano te abrí la puerta. No venías para quedarte. Venías  para decirme que no te volviera a enviar nunca más invitaciones a cenas de ese tipo, que tú ya ibas a otra más exclusiva. Dándome un abrazo me pediste que no me enfadara.



Siempre tan cumplidor. Me aguanté las lágrimas porque ya no se merecen  y  cerré la puerta. Fue entonces cuando caí en la cuenta de la falta de mujeres en esa reunión. Sin duda todas estaban en la tuya.



Me recuperé con una sonrisa al oír a mi espalda “Cherry Chritsmas Lantanique” en boca de aquel tipo vestido con chupa negra, pantalones pitillo y zapatillas Convers, quien me envolvió con un suave aroma a ¿¿¿ Cavin Klein???

Cogiéndome de la cintura y arrastrándome hacia la habitación, como quien no quiere la cosa, otro de los invitados me preguntó por mi ropa interior. Para zafarme  le dí a probar lo primero que alcanzaron mis manos de la mesa y viendo la manera en que succionaba la almeja cogida al azar,  apuré mi copa calmando así el desasosiego que su lengua me produjo.

Me soltó al escuchar el  revuelo que montó otro de los asistentes repartiendo setas  y gritando como un predicador: “Meteos a reinos renacientes, que le da mil vueltas a este juego. http://www.losreinos.com/ “



No sé si por la  euforia de las setas y el alcohol o el comportamiento de  algún invitado depravado, pero así me encontré al que vino vestido de Papá Noël.


Sintiendo  las risas de Luna, Arrak, Ithilwen y  Martu más bien creo que fue un acto de dulce venganza de esas antiguas diosas que son mis amigas. También estuvieron aquí, rodeando al caballero morado que no paraba de llenarles las copas y,  por cierto, se estaba poniendo morado.



Mientras todo eso pasaba,  desde una de las ventanas del salón, te ví llegar. Observé todos tus movimientos desde que te bajaste del coche. Te aproximabas a la entrada con paso tranquilo y la mirada fija, aparentemente seguro. Tardaste un poco en llamar y como te perdí de vista, temí que te hubieras vuelto.

Me gusta cuando me saludas con ese “buenas noches, Lantanique”.  Y no sé si fue lo que tomé, o el bullicio de la gente, o el estar sentados en un rincón mirándonos a los ojos, pero no recuerdo de qué hablamos, ni sé exactamente por qué te tuviste que ir. Sin duda, las circunstancias no fueron propicias, pero estuviste aquí, aunque fuera un instante.



De refilón ví a mi amigo efímero hablando con el del pez tatuado.

Me quise acercar a ellos pero entonces apareciste tú.  Por detrás,  me tapaste los ojos y pusiste un bombón con licor de cereza en mi boca. Presionaste con el dedo para deslizarlo dentro y te reconocí. Estábamos en los postres y  los habías traído especialmente para mí, igual que aquella noche en una  habitación de hotel.

La gente alrededor bebía, bailaba, algunos incluso discutían. Y  tú, con tu mano izquierda tapándome los ojos y la derecha acariciando mi cara me tarareabas al oído esta  canción

No sé cuánto duro ese momento.¿3:33’?

Me metí en mi habitación, ajena a todo y a todos. Me descalcé. Me desabroché el vestido. Me saqué las medias y me tumbé en la cama.
Mirando el espejo del techo fijamente os fui viendo venir. Me arropábais y os quedábais conmigo, acurrucados bajo mi edredón: Eligius, Orbital, Pikoro, Espaugyl, Hikoki, Buitrago, Bulldog0, Anarion, monacheti, LluisPomar, slaad, Shamzhabel, AlmiranteChurruca, José-vk, Spanish Power, sandor marai, Pendergast, Camdrecot, Vokchan, Kouzka, Galizalivre, Política Basura, rodrigodva, joelgallego, supersofi ,robferdinand, xavigj, Duke, Bruno, Mojo, robederrimo, Avutardo, Didac Martí, Gurocall, Derviriles, yuan28, Alceo, Sumsura, Sombrax… incluso ví a Reiak, aunque muy desdibujado porque el sueño me vencía. Creo que le dije algo en sueños para que entendiera que la Navidad había sido la excusa de este relato masivo.

Resumen para Ballantines, el taxista pulpo que no pudo estar porque tenía servicio esa noche:








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